20 años después de la separación de Dire Straits el bueno de Mark Knopfler sigue en tierra de nadie, musicalmente hablando... Con discos que no aportan nada a su carrera musical, la cual hace tiempo huele a retiro dentro de los estudios de grabación, donde sería mucho más interesante si hubiera ocurrido. Pero no nos engañemos, Tracker puede llegar a pasar por ese disco tan desconocido y menospreciado, en el cual se cubre de grandes melodías melancólicas de una tierra profunda, la cual desmerece cuando hablamos que el que compone y canta esas canciones es sin más Mark Knopfler. Esta tendencia es algo que nos está dando últimamente en sus nuevos trabajos, los cuales si salieran directos para ir a ambientar una tienda de colchones, seguro que sería un mejor destino. Si Eric Clapton hace disco de versiones con olor a palmera empuñando una copa de agua de coco, o los propios Status Quo ya ni se andan con milongas y se meten en los videoclips con las afortunadas camisas de flores, las cuales huelen a un retiro dentro de una profesión. La cual para Paul McCartney no es en sí un trabajo. Mark Knopfler nos hace un disco de once canciones, donde destaco el principio con ese órgano al más puro estilo R&B que nos solía regalar a nuestros oídos Ray Charles, delicia que durara unos segundos, redirigiendo la música hacia un Folk céltico endulzado con el sonido de una guitara rockera, "Laughs and Jokes and Drinks and Smokes". Es un comienzo digno de un álbum que tal vez hubiera merecido más, por lo menos más mala ostia a la hora de enfocar el sonido de su guitarra, la cual ya se alejó hace tiempo del sonido que llego a encandilar a tantas personas. Y que hoy sufren la orfandad en su retiro. De aquí empiezan a pasarse con los ritmos lentos, los cuales los empañan en algún momento con una voz femenina, y un final que aunque se antoja predecible, no arregla todo el desaguisado, haciendo un dueto con la cantante de folk australiana Ruth Moody, para el tema "Wherever I go".
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